Texto de Andrea Díaz Mattei acerca de Fuga
La obra Fuga parte de una serie de grabaciones realizadas en el periférico barrio de Lechería del norte de Ciudad de México, donde a su estación llegan los trenes mercantiles desde el sur del país y continúan hacia la frontera norte. En tanto paso obligado para arribar a los Estados Unidos, muchos migrantes centro y suramericanos recorren ese camino –más de las veces huyendo de la violencia sistemática de sus países de origen– repletos de sueños, anhelos e ilusión. Para Blume, los viajantes de ‘La Bestia’ (como es popularmente conocido dicho tren) imaginan un viaje, un futuro, un destino inventado que insiste en no ir más allá de la imaginación. Un sueño, traspasar una frontera que, a su paso, se torna bestial dentro una sórdida polifonía ensoñadora.
El uso de la reiteración de los sonidos metálicos de las vías, de los pasos en la gravilla y de los perros ladrando, junto a la resonancia de los nombres de lugares atravesados por los migrantes, refuerza la idea de un viaje inscripto en una incierta destinación. Un eco amenazador que conforma un mapa imaginario y desconocido para los viajantes. Como punto de intersección de ese mapa imaginario, en su polisemia Fuga tiene el envés de ser ese procedimiento musical en el cual las ideas o frases musicales son llamadas –paradójicamente- sujetos, las cuales se superponen y alternan al contrasujeto. En efecto, dentro de la huida emprendida por estos migrantes olvidados y sin derechos, en Fuga, de modo poético el artista intenta donarles voz y un atisbo de un ser que les estaba negado a estos seres humanos.
Andrea Díaz Mattei