Articulo en “El Semanario” acerca de Coro-Informal, escrito por Iracema de Andrade (Es)

Entro al recinto de manera abrupta y me sorprendo al encontrar una serie de cajitas de madera, tipo joyeritos, cerrados y cuidadosamente dispuestos sobre unos pedestales alineados a lo largo de las paredes del lugar. El fuerte olor a humedad que se desprende de los muros antiguos y el intenso frío de la mañana, entorpecen mis sentidos. Todo es silencio. En este momento, soy la única visitante en los alrededores. Tentada por la curiosidad, mi niña interior sucumbe de inmediato al impulso natural de abrir una de las cajas y desvendar su contenido, no sin antes buscar la mirada aprobatoria del vigilante encargado del salón. ¡Las cajas son para abrirse! Mis manos ansiosas buscan el deleite del contacto con la primera pieza a mi alcance, lisa y bien labrada. Procedo a abrirla. De súbito, un sobresalto. Mis ojos miran el forro de terciopelo azul que cubre su fondo. ¡La caja está vacía! Al instante capto la imagen de una tarjeta postal pegada a la parte interior de la tapa al mismo tiempo que un fuerte sonido retumba en el espacio y en mis oídos. “…todo para su mascota, páááááááseleeeeeeeeeee, tenemos todo para su perrito, su gatito, ropa, zapato, pechera, páááááááseleeeeeeeeeee …”. ¡El grito de una pregonera! Abro la siguiente cajita, que ahora reproduce la voz de un vendedor de bolsas. Atrapada en una especie de frenesí curioso, voy abriendo todas las tapas, que poco a poco inundan el lugar con la oferta de toda clase de productos, desde toallas, refrescos y arreglos de navidad, hasta calcetines. Voces de hombres y mujeres, todas sonando al mismo tiempo y formando un contrapunto cacofónico que a la vez entreteje un entramado sonoro de carácter textural. Con un pase de magia, de pronto me encuentro inmersa, de lleno, en el paisaje sonoro de las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México que acabo de cruzar hace apenas unos minutos. ¡Una delicia!

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